domingo, 15 de noviembre de 2009

Los amores de Astrea y Celadón. (Eric Rohmer). Les amours d'Astrée et de Céladon. 2007. Francia.

Demos gracias al universo, a Dios o a la suerte de que un montón de genes coincidieron junto con un ambiente propicio, que hicieron que naciera Eric Rohmer y sea uno de los grandes directores y que a sus 87 años sea capaz de dirigir obras maestras (aunque él aclaró que este será su último largometraje).
Cómo muchas veces antes, en sus películas el comienzo es errático, la imagen parece estar un poco borrosa y la sencillez que a la que llega aquí es de una precariedad absoluta, incluso en la puesta en escena (que puede llegar a causar una gracia que parece involuntaria) y en la forma de filmar que es muy esquemática (unos planos-contraplanos espantosos y torpes), hacen prever lo peor. Para colmo al principio nos informan que la película está basado en una novela del siglo 16 que a su vez cuenta una historia pastoril de cómo la gente del siglo 16 creía que era el siglo 5º. Las novelas pastoríles, hasta donde yo sé, son siempre de amores muy esquemáticos, exageradamente sufridos, no son temas de los que me guste leer o ver en cine, pero no le puedo negar a Rohmer una confianza ciega, después de todo no sería la primera vez que una de sus películas empieza de forma decepcionante para luego transformarse en algo brillante.
La historia era la predecible, debido aun desengaño amoroso, su novia le dice que no lo quiere ver más, un joven decide suicidarse, pero es rescatado por un trío de chicas nobles, muy ligeras de ropa y de ropas muy ligeras. Mientras tanto su novia y todo el pueblo lo creen muerto y ella sufre sin cesar. Es entonces cuando aparece alguien que cambia el tono y la trama de la película, un juglar que canta al amor libre y desprejuiciado en contra de las tradiciones del amor matrimonial y estable del resto de pueblo, este conflicto se mantendrá hasta el final, y aunque el personaje sea secundario, hace que pronto todo cambie de sentido y la película se vuelva muy libre, graciosa, ágil, bien filmada, picaresca y profunda.
Es cómo si fuera un estudio sobre el amor, que va madurando y con el tiempo, después del sufrimiento, la adoración, la decepción, el amor platónico, descubre que se comienza con la carnalidad y con su propio reflejo. No se priva tampoco de hablar de religión, dioses, historia, arte pictórico. La verdad es que el final es tan gracioso y erótico (me hizo recordar a La Serie Rosa) que toda la precariedad del principio adquiere sentido, y la increíble belleza de la actriz Stephanie Crayencour, (muy clásica, cómo si hubiera salido del cuadro Venus Anadiomene de Theodore Chasseriau) se vuelve notoria e impactante, imborrable.
¿Qué más se le puede pedir a Rohmer o a un festival de cine o a todas las películas del año? Igual que después de ver por primera vez el Drácula de Bram Stoker de Coppola, (otra película que llevaba el amor, en ese caso caballeresco y trágico, y el erotismo al extremo, aquí una teta, allá el perfil del cuerpo desnudo de Winona Ryder bajo un ligero camisón) que por un tiempo todas las películas vistas después podían parecer insatisfactorias.

Excelente.

2 comentarios:

  1. quiero ver esa película, por lo que te he leído parece buenísima.

    Hola. Te comento que he consolidado mis blogs de cine argentino, uruguayo y el de homenaje a truffaut en mi Blog "Cine para usar el Cerebro". Felices Fiestas.

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  2. Hola David C.
    Sí, tiene sus altibajos pero cuando llega el final te das cuenta que acabas de ver algo extraordinario.
    Muy bueno tu blog.
    Saludos

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