jueves, 17 de diciembre de 2009

One way boogie woogie / 27 years later. (James Benning). 1977 / 2004. Estados Unidos.

Una de las mejores cosas que tienen los festivales de cine es que sirven para descubrir películas muy raras, experimentales, totalmente anti-narrativas y sin embargo, comprensibles, disfrutables y no exentas humor. Cómo dijo el director, antes de comenzar la función, se trata de un estudio sobre el paso del tiempo, y cómo buen estudio, su objeto es tomado de muchas formas, abarcando muchos de sus aspectos, no quedándose en un solo tema y con todos produce algo interesante.
Cómo queda claro en su título la película está divida en dos partes, la primera parte llamada One Way Boggie Woogie fue filmada en 1977, con la mejor película (me refiero al soporte donde queda la imagen) de 16 mm que se podía conseguir en esa época. Se trata de 60 imágenes tomadas con una cámara fija que duran exactamente 1 minuto cada una, de una zona industrial, en las afueras de la ciudad y de su gente, pero no trabajadores, (aunque algunos se cuelan) sino personas que disfrutan o sufren de estas condiciones, el tono es en general de crítica y todo está muy marcado y planeado. De a ratos se cuela un humor surrealista, en situaciones que se repiten dentro de la misma toma o en pequeños accidentes (el hombre que no puede arrancar un auto mientras pasan varias personas caminando, en bicicleta o a caballo) y en los casi nulos diálogos. El final con el carrito de bebé que se pierde en la calle y sobre todo el auto que se detiene de frente a nosotros con el conductor muerto no podría ser más terrible ni más claro respecto del mundo que Benning intenta reflejar. A todo esto hay que agregarle un muy dedicado trabajo para conseguir imágenes de una belleza casi abstracta, no es que no se note que eso que estamos viendo es una casa, un edificio o una montaña de neumáticos, pero todo es tan simétrico y los colores tan saturados (el rojo es siempre el mismo tono fuerte de rojo, el verde siempre es el mismo tono fuerte de verde y así) que uno cómo espectador, podría distraerse simplemente en eso y no en las pocas cosas que pasan.
La segunda parte es básicamente igual, filmada 27 años después, con las mismas tomas exactamente en los mismos lugares, con los mismos actores haciendo lo mismo que la vez anterior (aunque estén mucho más crecidos y la locación haya cambiado por completo) pero son justamente los cambios los que la hacen más interesante, siempre se está esperando ver cómo cambió el escenario, cómo cambiaron las personas y cómo va a hacer el director para expresar lo mismo si muchas cosas son completamente distintas. El humor ahora pasa por lo absurdo de repetir las situaciones y forzarlas con la misma banda de sonido de la película anterior, y tanto las tragedias cómo las luchas de los distintos personajes quedan más en segundo plano (no es que antes estuvieran muy destacadas) pero si algo queda claro es que después de 27 años, la vida de estas personas de clase obrera no se ha modificado demasiado, más lo ha hecho el paisaje, que filmado con una película más sensible, termina siendo con sus colores menos saturados, más realista y menos abstracto.

Muy buena.

martes, 1 de diciembre de 2009

El muelle. (Chris Marker). La Jetée. 1962. Francia.

Estas películas fueron vistas en la misma función pero cómo solo la primera me pareció importante es la que elegí para encabezar la nota.

A.-El muelle. (Chris Marker). La Jetée. 1962. Francia.

A estas alturas de su trayectoria, ya se puede considerar a este cortometraje de apenas media hora, cómo todo un clásico del cine de ciencia ficción. La historia es la de un prisionero que es obligado a viajar en el tiempo para conseguir ayuda y en sus viajes se encuentra con una mujer de la cual se enamora (si alguno cree que esta es una historia repetida, lo que pasa es que 12 Monos de Terry Gillian es una muy mala remake).
Cómo los mejores capítulos de La dimensión desconocida (Twillight zone), no solo hay una buena narrativa, una idea original, circularidad, tragedia y romance encerradas en un pequeño formato lleno de ingenio que saca provecho de su presupuesto mínimo. El sistema empleado es el del foto montaje o sea que en vez de que las imágenes sean de 1/24 segundos duran mucho más tiempo, y su duración tiene que ver con las ideas del tiempo y el montaje que tenga el director; igual que en otra obra maestra del foto montaje Unas fotos en la ciudad de Sylvia de José Luis Guerín, hay un instante en el que se abandona el foto montaje por una filmación de cine, un instante vida entre tanta quietud de muerte, no es extraño que sea dedicado al momento del enamoramiento.
Se podrían definir este tipo de películas en dos clases, en una parece que sacaron fotos y luego las juntaron para ponerles una historia (Milongas, Sebastián Freire), en otros parece que filmaron y eligieron algunos fotogramas para crear el montaje. Sin importar a cual de las dos clases pertenece este cortometraje, (aunque sin duda está más cerca de la segunda que de la primera), lo interesante es que no solo la historia es entretenida y la realización impecable sino que cómo en toda gran obra, el contenido es inseparable de la forma.

Muy buena.


B.- Recuerdo de cosas por venir. (Chris Marker & Yannick Bellon). Le souvenir d'un avenir. Francia.

De este recuerdo ya recuerdo poco. Recuerdo que era una especie de biografía de una fotógrafa, contada por medio de sus fotografías. Recuerdo una voz en off, que hablaba muy rápido sobre varios temas, tan rápido que me costaba seguirla y recuerdo haber dormido un rato largo, por lo que no es extraño que me haya perdido varias de las cosas por venir.
En fin, fea, larga (dura 50 minutos), aburrida y para nada interesante, parece el opuesto de la película anterior, a pesar de estar hecha por el mismo director con colaboración de la hija de la fotografa.

Regular.


C.- Le traîneau-échelle. (Jean-Pierre Thiébaud). 1971. Francia.

Y si no fuera porque me desperté un poco antes del final de la película anterior, seguramente me hubiese despertado la música muy fuerte del comienzo de este bodrio de solamente 8 minutos.

Recuerdo que hace muchos años atrás había una serie de televisión de animación llamada El crítico, en la que el protagonista (un gordito, pelado, bastante infeliz) terminaba todos sus comentarios con el latiguillo de “¡Apesta!”. En un episodio él presenta la única película que dirigió, cuando era estudiante universitario, un filme espantoso en el que con mucho ombligismo, trata de hacer un paralelismo entre su propia insignificancia y todos los horrores del mundo. Bueno, esta película es una versión seria de esa parodia de film académico/experimental: el universo, Dios y otros temas no menores, condensados en fotos de paisajes, música grandilocuente y una narración al tono.
¿Quién necesita una película así? ¿O hacer una película así? Hay películas que abarcan los mismos temas, pero humildes y sobre todo narrativas, son un verdadero disfrute. Esta fue una tortura.

“¡Apesta!”